Subscribe to RSS Feed

No importa el frío

jueves, 8 de abril de 2010 by Dzarko




La noche ha caído ya en la capital Soriana y los termómetros de las calles marcan que la temperatura está por debajo de los 0º centígrados. Los transeúntes caminaban metidos en sus abrigos intentando dejar expuesta la menor parte posible de sus cuerpos, deseando llegar cuanto antes a algún lugar cerrado y caliente donde volver a sentir las manos y los pies. La respiración de la gente forma pequeñas nubes de vaho y la escarcha ya amenaza con aparecer en los cristales de los vehículos. Son los primeros días del mes de marzo y el tiempo sigue siendo cruel con la tierra soriana.

A pesar del intenso frío, de la Dehesa, el parque central de Soria, viene un sonido de tambores que repiten incesantemente las mismas pautas, acompañados por bombos y, en ocasiones, cornetas. La gente cruza rápido el parque, algunos por el frío, otros por sentir algo de inseguridad por la menor luminosidad del lugar y otros por ambas cosas. Allí, en plena calle, un grupo de cofrades ensayan de cara a las procesiones de Semana Santa. Hay quien al verlos soportando el frío murmura un ‘qué ganas’ o ‘pobres, que frío estarán pasando’.

Los músicos, cubiertos por sus abrigos, guantes, bufandas y demás tratan de esquivar a las bajas temperaturas. Consiguen soportarlo gracias a la férrea voluntad de todos ellos. Salir a desfilar como cofrades de la banda es para muchos una forma de expresar su fe religiosa, mientras que en otros la ilusión por formar parte de la celebración es tan alta que les merece la pena aguantar allí las inclemencias del tiempo, tocando los tambores y las cornetas.

“Se pasa frío y mucho, pero cuando ves el resultado te animas para volver a hacerlo un año más. Yo soy creyente y para mi este sacrificio merece la pena”, explica Carlos Grande, uno de los músicos. “Hay gente que va al estadio de fútbol en pleno invierno con temperaturas muy bajas y se trata sólo de un espectáculo. Imagínate si lo que haces no es un entretenimiento, sino parte de tu cultura religiosa, de tus valores más profundos. Te olvidas del frío y te olvidas de todo”, explica. “De todas formas, te tengo que reconocer que cuando acabo me quedo media hora pegado a la estufa”, añade entre risas.

El grupo sigue tocando. Los tamborileros intentan coordinarse siguiendo a uno de ellos que es el que marca los tiempos. Los hay de todas las edades, desde niños pequeños hasta cofrades que llevan ya varias décadas recorriendo las calles con sus trajes de nazarenos al son de la música de la Semana Santa. Los veteranos ayudan a los nuevos, que aún tienen errores a la hora de coordinarse con sus compañeros o que no terminan de controlar bien las baquetas a la hora de golpear el tambor.

Un sonido grave destaca dentro del grupo. Los bombos son el corazón de las bandas de las cofradías. Son ese sonido profundo que se cuela en los cuerpos de las personas que asisten al paso de las comitivas. Al ser menor número que los tamborileros y por la intensidad de su sonido, es fundamental que los bombos lleven el ritmo de forma correcta, porque pueden hacer que sus compañeros lleguen a equivocarse.

Un grupo de cornetas descansan junto a los tamborileros, esperando su momento de entrar en acción. Al frío se añade el contacto continuo con el metal, lo que tampoco resulta demasiado agradable. “Son gajes del oficio”, comenta uno de ellos.

Aún quedan varias semanas para que comiencen las procesiones, pero los cofrades ya practican bajo el frío para que todo salga bien llegado el momento. Mientras, los vecinos seguirán escuchando un sonido de tambores que sale del centro de la dehesa a principios de marzo en un ritual que se viene repitiendo durante años y al que todavía le queda mucho por decir. Los más jóvenes dejan ver que la tradición aún tiene cuerda para rato.

0 comentarios:

Publicar un comentario